Sonido es la cualidad audible del movimiento, y lo que entendemos por mundo es movimiento constante: aire, agua, tierra, átomos, organismos vivos, energía. La naturaleza es movimiento, es un vibrar constante, un sonar constante. La evolución del hombre por su parte, le agregó al mundo los sonidos de sus quehaceres, oficios , industrias e investigaciones, así como también los sonidos sistematizados como música, con fines estéticos, rituales, celebratorios o lúdicos.
El sonido sucede de manera continua en el mundo. En nuestro cotidiano no existe el silencio mas que como concepto teórico, ya que para conseguir silencio real en nuestra atmósfera es necesario construir un costoso dispositivo específico para tal fin, llamado cámara anecoica.
En general nombramos silencio a sonidos mínimos o fuera del rango de nuestro interés. Oír, es un hacer activo, es un recorte conceptual e intencional de lo que nos rodea, un mecanismo de defensa que los individuos ponemos en acto continuamente a lo largo del día, cada día de nuestras vidas. “Las orejas no tienen párpados”, no tenemos manera eficaz de bloquear el constante estímulo sonoro del entorno, por lo que generamos una barrera de consciencia, es decir que hacemos una selección y jerarquización espontánea de la constante información sonora que recibimos del entorno.
En las ciudades modernas, el continuo sonoro es penetrante, agobiante. En ese contexto también suceden la mayor parte de las representaciones escénicas, para las que el edificio teatral opera como garante del silencio.
La experiencia sonora del espectador de teatro no está dada solo por el contenido de la obra representada, la experiencia sonora excede la representación, comienza antes y culmina mucho después. Ingresar a una sala de teatro, es tomar distancia del continuo sonoro del mundo. El edificio teatral es una barrera que deja afuera los sonidos de lo cotidiano, nos proporciona un importante umbral de silencio y nos invita a alimentar la experiencia del silencio compartido, el silencio colectivo, una situación mas atípica aún que el silencio mismo.
En toda época, lugar y cultura, el hombre ha construido espacios físicos, públicos y privados, con pretensión de silencio, ya sea por intenciones espirituales, de reverencia, congregación o celebración. El edificio teatral como construcción edilicia es descendiente directo de estos espacios de recogimiento o encuentro personal y colectivo. En el silencio, recibido y otorgado en una sala de teatro, se construye colectivamente la posibilidad de recibir otros estímulos, de presenciar otros mundos sonoros posibles, otros paradigmas, otras sensaciones, otros pulsos, otras emociones. En el silencio del espacio de la representación, escapamos del continuo sonoro del mundo para darle lugar a un universo sonoro ficcional y ser parte de él.
Fragmento del e-book Breve Manual de Sonido Escénico
Un comentario en “El continuo sonoro del mundo”